viernes, 19 de agosto de 2016

0033 LOS SASTRES DE LA SANTISIMA



Los desniveles de los corredores y banquetas que enfatizan la sublime personalidad de esta iglesia se deben a los hundimientos de un suelo que antes fue un lago. Durante todo el siglo XIX se hicieron reparaciones para evitar que se inundara; sin embargo, el templo llegó a hundirse casi tres metros, como lo mostraron las excavaciones realizadas en 1924 por el arquitecto Antonio G. Muñoz. Fue hacia la década de los ochenta del siglo XX cuando fue desenterrada y pudo apreciarse como actualmente la vemos.
Como varias de las parroquias seculares del Centro Histórico, la Santísima Trinidad se levantó sobre una modesta capilla. La cofradía de los sastres, en devoción a la Trinidad, la habían construido junto con un hospital para ancianos y hospedería que, en las primeras décadas del siglo XVI, cedió a unas monjas clarisas. Luego de varias negociaciones entre el Arzobispado, los trinitarios, las franciscanas y los cofrades de San Pedro, los sastres regresaron en 1667 a una iglesia que con el tiempo, la humedad y los temblores fue necesario reparar. De esa edificación de 1755, financiada y promovida por el gremio de los sastres, data la iglesia actual. Los follajes, frutos, flores, enredaderas, querubines, ángeles, conchas y demás ornatos revelan sus rasgos barrocos churriguerescos tanto en la portada principal —dedicada a la titular de la iglesia, la Santísima Trinidad—, como en la portada sur —que fue dedicada al patrón de la cofradía, el apóstol San Pedro.
La autoridad vaticana se deja ver en varios puntos. En la torre de chiluca y tezontle que remata en forma de tiara papal; en el medallón circular ubicado en el centro de la portada; en las diez esculturas de obispos, papas y presbíteros que cargan libros, los llamados “Doctores de la Iglesia” (intercaladas con los estípites); o en la cúpula, cubierta con azulejos, en la que la tiara pontificia alude a su mando, al lado de la cruz de Malta que simboliza a las trinitarias. En su interior, lamentablemente queda muy poco de lo original: el magnífico cancel de cedro de la entrada; la balaustrada del coro; la escultura de la Santísima Trinidad o las pinturas de Miguel Rudesindo, todos ellos dieciochescos. En el centro de la portada lateral se distingue al apóstol San Pablo, a su derecha San Juan Bautista y a su izquierda, probablemente, San Mateo. En el medallón circular a San Antonio Abad, máximo representante de las reglas monásticas y en el nicho de la fachada que da hacia la calle de Emiliano Zapata se ubica la representación de Corpus Christi, que era una de las mayores fiestas que celebraba la ciudad de México. La autoría de la iglesia no está clara: se cree, por el parecido de su portada a la del Sagrario Metropolitano, que fue obra del arquitecto Lorenzo Rodríguez, aunque igualmente se le ha atribuido al alarife mayor de la Nueva España, Ildefonso Iniesta Bejarano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario