El que fué Hospicio de San Nicolás hoy corresponde a la casa número 80 de la actual Avenida de la República de Guatemala. Fue edificada por los agustinos recoletos que vinieron a México en 1605, establecieron en ella un hospicio bajo la advocación de San Nicolás. Suprimido por decreto de las cortes españolas el 1o. de octubre de 1820, la casa benéfica fue convertida en particular, y el primero que allí vivió fué el general don Vicente Guerrero, a quien la dio el Gobierno en premio de los servicios que prestó en la causa de la Independencia.
Aunque con las reservas del caso, puesto que era un hospicio de los mismos religiosos y no casa de beneficencia ni asilo de menesterosos, como parece suponer don Artemio, su aportación precisa y enriquece el conocimiento sobre el Hospicio, sobre todo porque lo limita en el tiempo con la consumación de la independencia, principio del fin de los hospicios. Acudiendo a la citada calle de la República de Guatemala, se encuentra un edificio marcado con los números 80 y 82. Es de dos plantas con entresuelo, lo cual le da una notable esbeltez. El trabajo y la ornamentación de su fachada lo denuncian barroco. Tiene una inscripción que dice: Padre San Agustín Año de 1742; y en la clave del marco de la puerta una mitra labrada en la cantera, símbolo de San Agustín.
Contiguo está otro edificio marcado con el número 84. Es también de dos plantas y de estilo barroco y ostenta dos inscripciones, una de las cuales dice: S " Aug ". Ob °. de Bona que se hizo allí del Real Seminario de Minería, aún en tiempos que nos hace suponer que por entonces se ampliaron las instalaciones del hospicio hacia su lado oriente. Quizás el edificio que sigue, marcado con el número 86 y con una fáchacla del más puro estilo "colonialoide" de este siglo, groseramente clavado entre auténticos ejemplares del gran barroco virreinal mexicano, haya sido levantado sobre parte del hospicio que tiene la inscripción del año 1771, pues, según se entra al hermoso patio de éste, sostenido con columnas que cómodamente pueden competir con las del patio del palacio de los condes del Valle de Orizaba (Palacio de los Azulejos) se advierte que está incompleto o mutilado. Mas al verlo no se sabe si es sólo su belleza la que impresiona o la suciedad y el abandono criminal en que se tiene a tan venerables edificios o ambas cosas, o si son tales, suciedad y abandono, los que le dan un algo indescriptible que los hace más atractivos.
Está pelón.
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