La importancia histórica del Barrio de Romita se puede medir porque “surge de la noche de los tiempos” en lo que hoy es la Ciudad de México, con el nombre náhuatl de Atzacoalco, o “Casa de las Garzas”; su capilla data del año 1530 y su población autóctona fue dueña del Bosque de Chapultepec y de los terrenos conocidos como “potreros de Romita”, donde hoy se asientan las colonias Roma, Doctores y parcialmente de la Juárez.
Ubicado entre las calles de Puebla, avenida Cuauhtémoc, Durango y Morelia, el lugar tiene el antecedente de que ahí se efectuaba el ritual de los “huehuenches”, presuntos “criminales condenados a la hora que antes de ser ajusticiados, entraban al templo de Romita – cuyo nombre era el de Santa María de Nativitas -, para encomendar su alma a Dios y pedir la benevolencia del señor de los Ahorcados”.
Ubicado entre las calles de Puebla, avenida Cuauhtémoc, Durango y Morelia, el lugar tiene el antecedente de que ahí se efectuaba el ritual de los “huehuenches”, presuntos “criminales condenados a la hora que antes de ser ajusticiados, entraban al templo de Romita – cuyo nombre era el de Santa María de Nativitas -, para encomendar su alma a Dios y pedir la benevolencia del señor de los Ahorcados”.
Cabe decir que, en aquellos tiempos de la Nueva España, como acontece también ahora, la cárcel y demás condenas solo se aplican a quienes no tienen dinero para comprar jueces que los absuelvan.
Rico en folclore, el Barrio de Romita es conocido en nuestros tiempos por el dato de que, en 1964, cuando fue nombrado su capellán el sacerdote oriundo de Orizaba, Veracruz, don Alfonso Aresti Liguori, pariente cercano del celebre epigramista Francisco “Pancho” Liguori, cambió inmediatamente la puerta principal del templo donde se rinde culto a San judas Tadeo puesto que la pieza parecía “puerta de pulquería”.
Ahora tiene una magnifica pieza de caoba tallada con la Figura de San Judas y la fachada luce reluciente por lo bien cuidada que está.
-El templo del Barrio de Romita, en los tiempos del padre Aresti Liguori – ya fallecido, igual que su primo “Pancho” Lighuori -, fue centro de reunión de estudiantes de periodismo de la “Septién García”, porque fue catedrático de ese plantel especializado y su vena de veracruzano hicieron de él un hombre afable y dicharachero, en el sentido positivo de la palabra. El sentido de la amistad fue su característica sobresaliente.
De Romita, el célebre historiador y costumbrista, D. Manuel Orozco y Berra nos dice que “se trataba de un islote circundado por canales” y Aresti Lugori nos refirió una vez que “a mi templo de Santa María de la Natividad, de Aztacoalco, inicialmente le cambiaron el nombre, después lo bajaron de categoría. Era parroquia y la redujeron a capilla.
Tal cosa ocurrió en 1937, según el padre Aresti. Afirma que llegaron los jesuitas y San Francisco Javier fue declarado patrono por los religiosos cuando fue edificado el templo de la Sagrada Familia, colonia Roma. Los valiosísimos archivos del templo de Romita fueron sacados para llevarlos a la Sagrada Familia. Así de grande es el historial del recinto religioso del diminuto barrio, que ha sobrevivido al paso de los siglos en medio de una capital donde la modernidad mueve la piqueta y demuele vestigios históricos de gran valía.
Dentro del historial de la Plaza Romita, su templo y sus vecinos, el padre Aresti nos informó que, en efecto, Romita fue pueblo de indios y que de su propiedad fueron los grandes terrenos que al llegar los españoles se conocieron como “Potreros de Romita”, mismos que en 1529 el Rey Carlos V dio en propiedad a Hernán Cortés y que incluían el Bosque de Chapultepec.
Respecto a los terrenos del bosque de Chapultepec, según lo referido por el padre Aresti, fue el virrey de la Nueva España, D. Luis de Velasco, quien tomó la sabia decisión de rescatar esos terrenos para la Ciudad de México.
Al paso del tiempo, el drama de los “huehuenches” que se protagonizaba con indeseable frecuencia, fue motivo de representaciones de parte de los vecinos.
Se dice que en tiempos de la Nueva España, “el sainete” de los “huehuenches” causaba mucho interés entre los sencillos habitantes del rumbo, “al evocar las costumbres de los presuntos criminales condenados a morir en la horca”.
Esto se explica porque en ese lejano paraje entonces constituía uno de los escasos temas de atracción. Se consigna en los relatos de la época virreinal que los lugareños de Romita materialmente echaban “la casa por la ventana” , en la misma forma como ocurre ahora en Iztapalapa, con motivo del Vía crucis de Viernes Santo, al término de fa Semana Santa.El barrio de Romita pasa inadvertido especialmente por los automovilistas que circulan de norte a sur, después de atravesar la calle de Puebla, porque la callecita de acceso al lugar es muy estrecha.
Romita es el barrio que sirvió de punto de referencia para que, a principios del siglo pasado, en las postrimerías del último periodo de D. Porfirio Díaz, Presidente de México en ese entonces, Eduardo M. Orín formuló solicitud al Ayuntamiento de la Ciudad de México para que se diera la autorización que hizo posible el que aquella zona fuera convertida en la colonia Roma, la de mayor prestigio y preferida de las clases acomodadas que crearon una época de bien vivir, que tanto se añora en los conflictivos tiempos de inicios del siglo XXI.
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