martes, 19 de julio de 2016

0002 UN NIÑO QUE NUNCA EXISTIO



FUE EN ESTE  PREDIO  DONDE  TUVO   LUGAR  UNA LEYENDE DEL  SISMO  DEL  85


Los días que siguieron a los sismos del 19 y 20 de septiembre escribieron historias que hoy se guardan en la memoria de muchos habitantes del barrio de la Merced. La mayoría fueron verdaderos ejemplos de heroísmo que combinados con la tristeza, la pérdida y la destrucción, dieron una vez más cuenta del carácter de un barrio solidario y generoso.
Por aquellos días, durante casi tres semanas, el tema familiar fue la oración de la abuela dedicada al descanso de las almas de quienes sucumbieron en la tragedia, también al alivio de los sobrevivientes y, para nosotros los niños, una súplica especial por “Monchito”, un niño desconocido en la Merced hasta el 19 de septiembre.La prensa citó que “Luis Ramón Navarrete y su familia iban de paso rumbo a Cozumel y sólo dormirían en la casa de los abuelos el día 18 de septiembre”, el 19 sucedió el terremoto echando abajo la vecindad de la calle Venustiano Carranza No. 148. “Monchito, que dormía con su abuelo quedó bajo los escombros".
La noticia de este acontecimiento acaparó gran interés de medios nacionales e internacionales. El diario español El País mencionó que se trataba de “un fenómeno de histeria colectiva”; para muchos fue quizás un gran distractor social y finalmente un suceso que derivó en leyenda local, pero entre todo, “Monchito” significó durante 16 días la esperanza de una sociedad ejemplar y devastada.La leyenda se mantuvo e hizo coincidir aquellos días en torno a la vecindad a personajes diversos como santeros, rescatistas altamente especializados procedentes de Italia e Israel, al embajador de Estados Unidos, familiares del entonces Presidente de México Miguel de la Madrid, gente del medio del espectáculo, charlatanes, embusteros y, por supuesto, a la gente del barrio que llevó hasta el escalofriante escenario veladoras, juguetes, peluches, pelotas, dulces, imágenes religiosas, pero sobre todo, su fe manifiesta en oraciones por la salvación de un personaje que sin ser de la Merced se había convertido en su niño adoptivo y protegido.
Muchas fueron las historias que se contaron entonces y después del suceso en torno al hijo del señor Mauricio Alberto Navarrete, a quien constantemente se le veía en noticieros pidiendo no cesaran los intentos de salvamento. El ingeniero Luis Marban propuso que por medio de un aparato ultrasónico se intentara la comunicación con Luis Ramón, según los golpes que éste diera, el niño respondería. Había además una esperanza que sustentaba el esfuerzo de los voluntarios: aún no se tenía la presencia de moscas en el sitio señalado.
“Tengo hambre y frío… estoy bien, sáquenme de aquí”, fueron frases que se comentaban en las largas filas que la gente hacía en las calles para obtener agua de las tomas públicas, en los pasillos de las vecindades, en la iglesia y en todo aquel lugar donde la sociedad intentaba pensar con estas palabras una idea diferente de lo que pudiese suceder en realidad.
El domingo 6 de octubre se hundieron los cinco túneles que un grupo de voluntarios de Taxco había excavado, mientras en la misma fecha un encabezado del diario La Vanguardia escribió: “fumigan ya la capital mexicana”.
El lunes 7 del mismo mes, El País publicó: “En la madrugada del domingo los equipos pesados dejaron de trabajar y abandonaron la zona; voluntarios y vecinos ocuparon inmediatamente los escombros y proseguían con picos, palas y una indomable esperanza las tareas del rescate”. Horas después, el edificio fue demolido ante el estupor de cientos de vecinos que con lagrimas en los ojos veían caer ante sí más que piedras.
Al final se dijo que “todo había sido un cuento”, que “había una caja fuerte que se buscaba salvar”, o que “el gobierno lo había inventado en complicidad con los medios de comunicación”, en fin, “Monchito” se convirtió en leyenda de la calle que siglos atrás los frailes mercedarios nombraran “de la Merced”. Hoy, una plaza comercial con el nombre del ex presidente Venustiano Carranza ocupa el sitio desde donde se alimentó el espíritu de cientos, miles de ciudadanos en uno de los momentos más difíciles en la historia de nuestra amada ciudad.

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